Hoy soy una niña caprichosa y se me
antoja un plan cargadito de besos:
Un
paseo por un Madrid vacío. Una tarde de domingo. Beberme un te contigo.
Conversar sobre cualquier cosa.
Una visita inesperada.
Unas crêpes en Malasaña. Una cena
improvisada.
Visitarte por la noche. Mirar desde la
acera a tu ventana iluminada de amarillo y sin ver tu sonrisa percibirla desde
lejos.
Salir a cenar, a merendar y a comer.
Desayunar zumo de naranja.
Deshacer tu cama, terminar despeinada.
Abrazada a ti, ver como entra la luz por el cristal.
No tener nada de prisa, perder toda la
mañana, encontrándome contigo entre tus sabanas.
Perder la timidez(perder el respeto a ley severa) dejarla descansar.
Besos
acumulándose detrás de mis labios
que se vierten sobre ti. Besos que caigan sobre tus manos, sobre tu boca.
En cierto modo que revoloteen a tu
alrededor impacientes por posarse sobre ti. Mi deseo desbordado construyendo un
puente por el que cruzar hasta donde estás tú, donde comienza tu piel.
Mis manos oliendo a ti, el cuello de mi
camisa oliendo a ti, mi pelo enloquecido, como mi pecho cuando empiezas a
desnudarte. Ese olor que se queda al terminarlo todo, después del jabón,
después de agua, sigue ahí, como prueba inefable de que hemos estado cerca.
Todo se sucede y fluye como los besos que
se empujan entre si, queriendo ser los primeros en llegar a ti. En mi nacen
disputas entre los besos que brotan del pecho y saltan en mi lengua, antes de abrir mi boca y entregarme a ti .
Besos que no son tuyos, ni tampoco míos y
que hacemos entre las dos y nos pertenecen . Besos que muerden, que mojan y que
encienden las ganas. Besos que nos invitan, nos incitan , nos provocan, nos
desbocan.
Nuestros besos desbocados que deshielan
la distancia que cada rato se hace más corta. Los centímetros se restan, los
besos se suman, los tambores interiores golpean fuerte y te miro embobada.
Me gusta pasar tiempo contigo sintiendo
que es un placer recíproco.
Esto quiero regalarte:
Un plan contigo, tejido con besos
descosidos.
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