martes, 5 de julio de 2016

RITMO. Al son de mi propio tambor.

Cortinas al viento desde mi casa y tras las ventanas  ninguna bandera. Solo hay un faro y por las noches sigue apagado, la luz está conmigo. Todo amanece en la quietud, en el silencio nace el ritmo.


Siento  por dentro un impulso  que empuja y presiona y late hacia fuera
Aire y movimiento. Respirando, me siento viva. Todo tiene ritmo. Sonido con un propósito. Bailar despacito al son de una puesta de sol. Bailar rapidito con el sonido de las semillas en un bol . Bailar penetrante con el golpe de las olas constante en la roca erosionada por el beso lascivo  del mar. Sentir los pies como dueños del resto de mi cuerpo. Pisando fuerte la hierba, el suelo, la arena en la que muevo mi cuerpo y lo balanceo buscando equilibrio.
Sin pensarlo me muevo.
Música. el chasquido de mis huesos tintinea en lo profundo de mi, le doy carne a este ritmo antiguo que se cocina en el ocaso. Mi sangre fluyendo por primera vez  va impregnada de ritmos ancestrales.
El ritmo se incrementa en los brindis del banquete. Es una fiesta interior que colma su celebración  saltando yo al mar. Salpicando el aire que aguarda por encima. El cielo sereno va cambiando de colores a lo largo del día  y me hundo  mientras las luces que penetran el agua azul llegan al fondo, donde quiero estar yo. Silencio, quietud. Se acerca el final, la marea se lleva la piel que he mudado.
 Mi peso dócil en el mar, me dejo mecer  por la muerte de lo que ya no es.  Aquellos ritmos murieron y el agua pare otra música arrulladora en la orilla donde emerjo  y  me pego al arena que me espera para reposar, me muevo en el suelo de la playa, soy tortuga que nace entre las palmeras.
El ritmo va creciendo, es un ritmo joven, es un potro aprendiendo a trotar.  Sobre mis rodillas y mis manos bailo, aprendiendo, errando, dejándome caer y me vuelvo a levantar con gracia. Cada tropiezo forma parte de mi danza. Soy animal.
El mediodía arde y en este infierno muevo mis caderas entre ramas y maderas abandonadas en la playa. Alboroto  el arena, el mar lame mis pies y mis huellas. Entro y salgo de él , la orilla me salpica el cuerpo entero, se une a la fiesta. El ritmo es adolescente, se torna sensual y tímido y los movimientos son finos. Mis manos dibujan en el aire. Soy  flor que pronto será fruta verde. 
El sonido madura y el baile es mi dominio. Salto, retumban los tambores. El trance se acerca. Cae la noche, ya no estoy sola el ritmo es la gente, la gente que me acompaña viviendo. Soy ritmo también.  Coincido, camino, colisiono mis brazos con otros, se enreda mi cuerpo contigo. Nos hemos elegido, somos canción.
El ritmo se vuelve binario, dual. Somos el sonido. Ellos tocan el tambor con las manos, nosotras la tierra con los pies descalzos. La música se alza en la noche, la luna está cada vez más cerca. Me siento tribu, me siento  como el aire caliente que emano entera, me siento como el agua que bebo, me siento  como el beso que hago y deshago junto a tu boca.

Respiro, llega el trance, inspiro. El ritmo trasciende, me golpea en el pecho. Se vuelve corazón, que bombea en cada uno de nosotros. No hace público, el ritmo se inviste a si mismo en su propio aplauso.