No se va a ahogar, ni siquiera se pondrá
enferma. Solo liberará todo su corazón, todo lo que hay de el, todo lo que
cuelga de su alrededor, todo lo grande que es.
Solo quiere liberar su corazón,
que se derrame en el agua, en la arena, sobre las rocas que se pierda en la
espuma efervescente del mar, quiere hacerse ballena, ella entera reducida a su
propio corazón, que bombea cuando rugen las olas y pide adueñarse de su grito,
de su voz en resonancia con el viento y la lluvia, en caso de que llueva. En
caso de que queme el sol lo mirará de frente, le mostrará su rostro y luego
cerrará sus ojos, sintiendo que el sol seguirá ahí. Bendiciendo con su fuego,
lo que haga, lo que sea, lo que ella sea.
Todo esto es un plan, que vuela por sus
venas, enfriándolas, preparándolas para explotar en contacto con el agua
helada. Expandirse en el agua. Correr por ella sentir sus piernas empujando con
determinación el movimiento del mar. Salpicar, golpear, sentirse como la sal
que se agarrará a sus labios y su cara, que pegará su ropa a su piel y ella
sentirá el mar. Sentirá la vida como suya, porque lo será. Su vida será suya.
Se reirá a carcajadas ronca por su voz que brotará de su diafragma y como la furia del mar, ella
también conquistará el cielo, la playa, las rocas y acantilados. El eco de su
voz llegará a cada rincón de la cala. Ella estará rendida a su naturaleza,
abrirá los ojos y se adueñara de lo que vea, abrirá sus manos y se adueñara de
lo que toque, abrirá su boca y se adueñara del sabor del mar, del sabor de su piel
salada, de su sabor. Abrirá su pecho y su corazón enorme, hinchado por el agua,
su corazón en bruto sin ropa irrumpirá en el paisaje tiñéndolo todo de poder. Y
entonces dueña de su amor Ella vestida con la ropa mojada y salada de mar,
llevándoselo así consigo, tiritando de libertad, volverá , caminando despacio,
sintiéndose dueña, sintiéndose acogida por el mundo, sintiéndose en casa.