Ser
un buen psicoterapeuta es entender a la persona que tienes delante, aceptar
como es, y conectando con ella , acompañarla en su superación. Entendiendo
superación como crecimiento personal, como evolución de ciertos estados de la
persona que no te dejan crecer. San
Agustin decía “ Comprendete, Aceptate y Superate” ser un buen psicoterapeuta es
saber acompañar a una persona en esos procesos.
Saber acompañar a una persona consiste en conectar con ella , en
relacionarte con ella, en crear un lazo sano sobre el que trabajar su proceso
que crecimiento.
Crecer
es un proceso global de la persona que afecto por ende a todas sus dimensiones,
mental, emocional, corporal y sin duda alguna para mi, espiritual. Crecer como
persona no es un proceso que ocurra de manera separada en sus dimensiones, toda la persona participa en este proceso.
Por ello un buen psicoterapeuta, mediante la relación que nace y se establece
con la persona ha de acompañar , ayudar, sostener, dotar de capacidad de
elección a la persona para conseguir que el paciente por si mismo crezca y
evolucione.
Esta
relación terapeuta-paciente , ha de ser desde el principio una relación
persona-persona, dado que este tipo de relación es la relación realmente
terapéutica. La diferencia que tendría esta relación persona- persona con
cualquier otra relación es que el terapeuta tiene las habilidades y aptitudes
para dotar a la relación de “buena salud relacional”. Es decir el terapeuta
sabe como crear una relación sana en la que se satisfacen las necesidades relacionales
del paciente y se va enseñando al paciente a crear el mismo relaciones sanas.
¿Por
qué centrarse tanto en la relación cuando parece que una persona tiene un
problema específico de auto imagen o una dificultad o un trastorno de ansiedad
o una fobia a las agujas? ¿Acaso estos problemas no conciernen exclusivamente a
la persona y no sus relaciones?
Cualquier problema que una persona pueda tener es específico y único de
si misma y al mismo tiempo tiene un componente relacional con el mundo que le
rodea. La corriente humanista sostiene que
la relación de una persona con otras y con el entorno que le rodea es la clave
sobre la que incidir para conseguir una mejora en esa persona, porque el afecto
que es la base de cualquier relación, un afecto sano, es lo que sana a una
persona. Como afecto se entiende sentir aprecio, importancia hacia la otra
persona y darle la seguridad de que ese afecto es real , estable y consistente.
Sobre ese manto de afecto, la persona sin miedo puede verter y exponer todos sus
conflictos internos y problemas para trabajarlos en compañía del
psicoterapeuta.
Un
buen psicoterapeuta atenderá a los detalles de todas las dimensiones y de la
totalidad que es una persona. Cuidará la dimensión mental ya que los pensamientos,
la razón y la estructura mental son esenciales para explicar y operar en el
mundo. Cuidara la dimensión emocional, porque en esta dimensión residen las
heridas profundas que nos han hecho, y es la fuente más accesible al afecto.
Cuidará la dimensión corporal porque en esta se expresan muchos síntomas de
malestar psíquico y emocional. Cuidara la dimensión espiritual porque
entendiendo esta dimensión como la capacidad de trascender humana , es la que
dotará de significado nuestra vida. Un psicoterapeuta buscará la relación entre
estas dimensiones y la integración total de las mismas. Un buen psicoterapeuta
sabrá que una persona siempre es una persona por muy destrozada, enfadada o
confundida que esta pueda estar. La terapia que le proporcione ira cargada de
afecto, de respeto y de compromiso hacía quien tienes delante y te pide ayuda.